viernes, 16 de octubre de 2009

Entre las hojas que llenaban el armario de mi bisabelo, encontré un diario de 1949, año en que él tuvo que salir de Apatzingán con su familia con la premisa de evitar la muerte y cuidar a sus cuatro hijos, -entre los que se encontraba mi abuela-, y su esposa.

Él murió hace trece años y su esposa, mi bisabuela, murió el año pasado con ciento dos años de vida recién cumplidos. La casa, en la que pasé largos días de mi infancia, en sus buenos momentos tuvo caballos, gallinas y gallos, hasta borregos hubo alguna vez.

En el diario que encontré, por lo demás casi ilegible, había algunas anécdotas y la siguiente declaración que me parece suficientemente confesional como para repetirla aquí:

Abril 21: Recién me avisaron de que Don Jesús está muerto y dicen que vienen por mí. ¡Chingaderas! Dicen que son dos pero yo me los hecho con una sola bala. Sólo espero que María entienda, no podemos seguir así y yo prefiero no tener que matarlos. El General no ha aparecido por aquí desde hace meses y él es el único que podría resolver este problema. Ojalá yo hubiera matado a ese bribón. Así tendría sentido estar huyendo. Cabrones, no pueden soportar que uno sea como es.

La capital me da miedo, y es que yo nunca estuve en el mundo de verdad. Sólo sé cómo tratar con estos y mira lo que pasa...


Tratar de descifrar lo que contienen todas estas páginas será una larga labor. El hollín del tiempo sabe guardar los secretos de los viejos como ningún buen soldado podría. Mi bisabuelo jamás confesaría tener miedo, aunque quizá predecía sin saber, que esta ciudad se convertiría en un monstruo sin cabeza...

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